Por
cada brazo que le hace falta le da gracias a Dios. Por no tener sus piernas
normales le da gracias a Dios. Por no haber perdido la esperanza de que mañana
las cosas pueden ser mejores da gracias a Dios. Ludivia Sierra sonríe y dice
que Dios ha sido muy bueno con ella, a pesar de que la envió al mundo hace 39
años sin brazos y con unas piernas deformes.
La
gente le decía a su padre, Octavio Sierra, Eso es castigo de Dios . Era su
primera hija. Después vinieron seis hijos más, todos normales. Pero ninguno con
el valor, la fe y la alegría de Ludivia.
Desde
sus 75 centímetros de altura, ella ve la vida con sentido filosófico. Aprendió
por su propio esfuerzo a tejer, con una y dos agujas, y también a pintar con
acuarela. Sus hermanas le enseñaron a leer y a escribir porque en 1975 las
profesoras de la escuela de Sáchica (Boyacá) le negaron la oportunidad a estudiar.
"Lástima que por ese entonces no existiera la tutela", lamenta
Ludivia.
Si
bien ella intenta llevar una vida normal, siente tristeza por la indiferencia
de la gente. Pese a que se preocupó por convertirse en un miembro útil en la
sociedad, nadie le ofrece un trabajo. Ella teje sacos, buzos y carpetas que
vende para comprar las medicinas que calman sus dolores de cabeza. También
atiende una pequeña tienda, El Despecho, la única de Sáchica, "donde se
escucha la mejor música para despechados", asegura.
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