jueves, 28 de noviembre de 2013

Bullying, ¿los niños con TEA son más vulnerables?


 Se ha sugerido que los niños con trastornos del espectro autista (TEA) son especialmente vulnerables a sufrir intimidación escolar, también conocida como bullying. Algunas encuestas aseguran que, además de sufrir acoso e intimidación, son intencionalmente provocados por sus compañeros para que 'activen' sus rabietas o arrebatos agresivos. Un estudio realizado en Estados Unidos encontró que el 63% de los niños con TEA de 6 a 15 años de edad habían sido acosados en algún momento de sus vidas. Se sabe que la intimidación tiene consecuencias físicas y emocionales a corto plazo que pueden comprometer seriamente el progreso de un niño con TEA. De allí la importancia de reconocer los síntomas del bullying para poder desarrollar estrategias de prevención.
La noticia fue rápidamente reproducida en los medios nacionales. Un alumno con problemas de aprendizaje y retraso madurativo fue atacado por sus compañeros con empujones y patadas, además éstos registraron la agresión con un teléfono celular y subieron las imágenes a la web. Una vez más “el fenómeno” de la violencia escolar impactaba en las pantallas y periódicos, sacudiendo la opinión pública y reabriendo el debate en las escuelas.  
Aunque el  bullying como concepto está íntimamente relacionado con prácticas como el machismo, la misoginia, el racismo y la discriminación del diferente, parece ser más fácil de tratar por la sociedad de manera aislada de estas otras prácticas, debido, quizás,  a lo dramático y conmovedor que significa contemplar la violencia de tales comportamientos cuando han sido incorporados y reproducidos por los niños.   
El término bullying fue acuñado por el investigador noruego Dan Olweus, quien en los años 70 fue comisionado por el gobierno de su país para desarrollar un programa de estrategias de abordaje y prevención ante el creciente aumento de casos de violencia escolar.
Si bien las investigaciones de Olweus fueron replicadas en diversos países con resultados dispares, el término bullying fue imponiéndose a nivel mundial para denominar esta problemática. Proveniente del vocablo inglés “bull” (que significa toro), esta expresión busca definir las actitudes de quienes actúan pasando sobre otros sin contemplaciones.
La intimidación u hostigamiento pueden darse en otros ámbitos que exceden la esfera escolar, como clubes, gimnasios y centros de recreación. También puede tomar muchas formas, afectando tanto la integridad física como la psicológica de la persona. Cada intimidación implica un desequilibrio de poder, donde generalmente el que abusa exhibe una cierta superioridad física o de posición, o simplemente los agresores superan en número al agredido.
Debido a sus dificultades para desenvolverse en el ámbito social, los niños con TEA se encuentran entre los grupos más vulnerables ante el hostigamiento. 
Los estudiantes con Trastornos del Espectro Autista a menudo carecen de habilidades sociales y de la capacidad de ubicarse en la perspectiva de otra persona, lo cual los deja en desventaja frente a chistes, bromas pesadas o situaciones de agresión. La dificultad para comprender el doble sentido o leer entre líneas los hace susceptibles de manipulación, y de verse envueltos en problemas. 
Recientemente la Dra. Judith Hebron, de la Universidad de Manchester, dirigió un estudio especializado para conocer más de cerca los motivos de esta vulnerabilidad. "Los niños con autismo son blancos fácil debido a que su comportamiento puede ser considerado como raro o diferente, y nuestra investigación nos dice que es probable que esto resulte en acoso, burlas y provocaciones", comentó. Los investigadores británicos especulan que las personas con autismo se vuelven particularmente vulnerables al entrar en la adolescencia debido a que las interacciones sociales se tornan cada vez más complicadas y sus compañeros de desarrollo típico están menos tolerantes a las diferencias y más interesados en la adhesión a las convenciones sociales.
Ya en 2012, un equipo del Kennedy Krieger Institute, en colaboración con el Centro para la Prevención de la Violencia Juvenil, dio a conocer los resultados de su estudio donde se reveló que el 63% de un grupo de 1.167 niños con TEA con edades entre los 6 a 15 años, había sido acosado en algún momento de su vida, una cifra sin dudas altísima. 
El impacto de la intimidación en este colectivo puede ser profundo y debilitante. Un problema cada vez mayor en gran parte de las escuelas y otros lugares públicos.
Existen pruebas de que las víctimas de bullying enfrentan un mayor riesgo de problemas de salud, como dolores de cabeza y dolores de estómago, problemas de salud mental, depresión y ansiedad, caída de sus competencias académicas, ausentismo escolar y suicidio. 
Otro de los aspectos preocupantes es la nueva forma de intimidación a través de las redes sociales. En el acoso cibernético o ciber-bullying, la agresión es llevada a cabo y “subida” a las redes sociales, de modo que las víctimas son alcanzadas con la agresión hasta dentro de sus propios hogares. Esto reduce para ellos, sin dudas,  la sensación de seguridad. 
El acoso escolar es tema muy serio, que se une a un contexto sobre el cual aún existe poco debate a nivel de las escuelas, por eso es importante poder reconocer los primeros síntomas y desarrollar estrategias de prevención.

Bullying, mucho más que una travesura
El bullying lejos está de ser una broma casual de mal gusto o una travesura propia de la infancia. Se trata de un conjunto de comportamientos agresivos intencionales que se llevan a cabo en varias ocasiones y a partir de una relación interpersonal caracterizada por un desequilibrio de poder. 
Existen distintas maneras de generar intimidación, algunas más directas y otras más sutiles, pero no menos nocivas, entre ellas podemos destacar:
-Agresión verbal, incluyendo comentarios despectivos, insultos, burlas y exposición en público. 
-Agresión física: golpes, patadas, empujones, zancadillas y escupidas. 
-Exclusión social y aislamiento.
-Difundir mentiras y falsos rumores que perjudican la imagen social.
-Amenazas: pueden ser meras intimidaciones mortificantes o la promesa de castigo si no se cumple con determinada demanda del agresor. 
-Robo o rotura adrede de pertenencias personales.
-Intimidación agravada por causas de género o raciales.
-Acoso sexual.
-Acoso cibernético (ya sea a través de teléfono móvil, e-mail o redes sociales). Si bien es más “sigiloso” que el acoso físico, casi siempre deja una “huella digital”, que facilita las intervenciones.
Las distintas formas de acoso pueden coexistir, y como consecuencia de estos sufrimientos sostenidos en el tiempo, la víctima será propensa a desarrollar determinados signos de afectación, como por ejemplo:
-Deterioro repentino en el rendimiento escolar.
-Cambios anímicos: llanto frecuente, mayor ansiedad, irritabilidad e hipersensibilidad.
-Reticencia a hablar de su día o cómo le va en la escuela.
-Presencia de contusiones, hinchazón o cortes inexplicables.
-Ropa o pertenencias dañadas o faltantes.
-Fata de deseos de ir a la escuela.
-Deseo repentino de cambiar de escuela.
-Cambio repentino en los patrones de sueño (dificultad para dormir o dormir demasiado).
-Frecuente autocrítica ("Nadie me quiere", “soy feo”, “soy tonto”).
-Cambios repentinos de humor, tales como: tendencia al retraimiento, tristeza o ira.
-Pérdida repentina de peso o aumento de peso.
-Mostrarse excesivamente preocupado por el aspecto físico o la higiene personal.
-Cambio en las rutinas diarias, en patrones de dieta o para dormir.
Como se mencionó anteriormente la investigación al respecto ha mostrado que los niños con discapacidades tienen mayor probabilidad de sufrir bullying, incluso algunos estudios hablan del doble o triple de posibilidades. 
De entre los niños con discapacidad, los que han sido diagnosticados con TEA son aún más vulnerables debido a las diferencias en las habilidades de comunicación, las habilidades motoras y la cognición social. Lamentablemente se ha sugerido que el traslado a ambientes educativos inclusivos puede ser un arma de doble filo (Hebron), sobre todo en la adolescencia, donde las diferencias se incrementan, y también como consecuencia de la falta de personal capacitado. 
Un estudio sobre el acoso escolar realizado en 2009 en los Estados Unidos y publicado por la National Autism Association reveló que el 65% de los padres encuestados informaron que sus hijos con síndrome de Asperger habían sido intimidados por sus compañeros en el último año; el 47% informó que sus hijos habían sido golpeados por sus compañeros o hermanos; el 50% reportó que sus hijos tenían miedo de sus compañeros; el 9% manifestó que sus hijos fueron atacados por un grupo de compañeros, recibiendo además daño físico en sus zonas íntimas; el 12% indicó que sus hijos no eran invitados a las fiestas de cumpleaños; el 6%  comentó que sus hijos eran casi siempre la última opción en el armado de equipos de deporte o durante los juegos; y el 3% dijo que su hijo comía solo en el almuerzo todos los días.

La intimidación en estudiantes con TEA 
Varios estudios proporcionan evidencias acerca de cómo los déficits en la “comprensión social”, una de las características de los niños y adolescentes con TEA, se tornan un factor relevante de vulnerabilidad. Si bien este dato tiene sus fundamentos, es importante señalar aquí que vulnerabilidad no es responsabilidad y que, llegado el caso, la vulnerabilidad es también favorecida por la falta de previsión y responsabilidad del entorno. 
El estudio realizado por el Kennedy Krieger Institute y publicado en su plataforma “Interactive Autism Network” examinó varios aspectos de la intimidación, señalando que, lamentablemente, un número importante de los niños que habían sido intimidados con frecuencia, eran aquellos alumnos con TEA que querían interactuar con otros niños (pero que tuvieron problemas para hacer amigos). De entre ellos, el 57% fue intimidado. Una cifra notablemente mayor en comparación con los niños no tan predispuestos a la socialización. (Un 25% de los niños que preferían jugar solos, el 34% de los niños que iban a jugar, pero sólo si alguien se les acercaba a invitarlos, sufrieron estas mismas prácticas). 
Para los especialistas, además de las barreras en cuanto a la empatía y las carencias en habilidades sociales, otro factor que les jugaba en contra era su completa (y muchas veces brutal) honestidad, un rasgo típico, que muchas veces es interpretado por los niños de desarrollo típico como algo intimidatorio para ellos. Muchos niños con TEA no sienten reparos en decirle a otra persona que “se ve gorda” o que no le gusta determinado aspecto de ella. En este sentido pueden carecer de “filtros” respecto de sus opiniones. Lo cual es interpretado por los demás como una descortesía, una pedantería o incluso una provocación. 
Otro problema verificado por los padres encuestados es la incomprensión social. Por ejemplo, un niño con TEA podría creer que un compañero que se chocó con él de manera accidental lo había hecho a propósito y, a continuación, arremeter en su contra para devolver la supuesta agresión. 
Se encontró además que el 61% de los niños intimidados habían sido diagnosticados con Síndrome de Asperger, un 28% de los niños, con diagnóstico de autismo y un 37% de aquellos, con otros tipos de TEA.
Los científicos involucrados en el estudio aseguraron que si bien se necesita de un análisis más detallado para comprender las causas de esta tendencia, se ha observado que los niños con síndrome de Asperger, que muchas veces tienen un elevado coeficiente intelectual pero que comparten muchos de los problemas de comprensión social con los demás en el espectro del autismo, son “blancos perfectos”. La Dra. Susan Carter, cuyo estudio del año 2009 encontró que el 65% de los adolescentes con síndrome de Asperger eran intimidados, señaló:
“Los niños y adolescentes con síndrome de Asperger tienen una gran cantidad de retos que enfrentan en las escuelas. Muchos de ellos nunca tendrán la oportunidad de expresar sus talentos, ya que no se les comprende adecuadamente y con frecuencia se les niegan los apoyos necesarios. En la actualidad, muchos niños con síndrome de Asperger tienen importantes déficits sociales, sensibilidades sensoriales graves, y son objeto de burlas, son aislados y socialmente excluidos por sus compañeros”.
Otro factor que puede aumentar el riesgo de acoso escolar para todos los niños con autismo son los problemas de salud mental co-ocurrentes. Se encontró que los niños con TEA que sufrían TDAH, depresión, ansiedad o trastorno de oposición desafiante (ODD) eran más propensos a ser intimidados que aquellos con el diagnóstico único de TEA. Esto está en consonancia con otros estudios que han encontrado que el déficit de atención y los problemas de salud mental aumentan el riesgo de la intimidación.
También cabe señalar que muchas veces la intimidación puede extenderse hacia los hermanos de desarrollo típico, volviéndolos también vulnerables. En estos casos, los niños o jóvenes que cometen el abuso pueden expresarse a través de burlas y comentarios descalificadores como:"Tu hermano es raro”, “¿por qué se comporta de esa manera? o “tu hermano está loco”. Lo cual conduce a una variedad de consecuencias negativas.  

Recursos para el autismo y la prevención de bullying
Una de las claves del estudio citado para echar luz sobre esta problemática radica en que los niños con autismo que tenían fuertes redes de apoyo (que incluían amigos y maestros) eran menos propensos a ser intimidados, al igual que aquellos cuyos padres participaban activamente en la escuela.
A partir de este dato, cobra otra dimensión todo el esfuerzo que se pueda hacer tanto en el hogar como en la escuela para prevenir el bullying. 
Si bien no hay manera de garantizar que un niño con TEA nunca sea intimidado, algunas observaciones han planteado acciones eficaces para reducir el acoso.
Una de las más importantes es el diálogo. Los padres deben comenzar a hablar con sus hijos acerca de la intimidación, tanto para informarse sobre el desarrollo social del hijo como para comunicarles ciertas estrategias ante posibles intimidaciones. 
Los padres deben tratar de crear un ambiente de tolerancia, respeto y cuidado en el que niños y jóvenes se sientan en confianza y puedan compartir todo aquello que los aqueje. 
Por su parte las escuelas deben incrementar la supervisión (sobre todo en el patio, baños, pasillos y micros escolares). De igual modo, deben lograr que los padres participen de charlas, debates e iniciativas de prevención, ya que los niños muchas veces reproducen en sus actos las percepciones que captan de su entorno y de los medios, y son los padres los que deben estar atentos para que desarrollen actitudes de recepción y acompañamiento de la diversidad dentro y fuera del aula. 
En este sentido, cada escuela debería crear su propia política anti-bullying, acorde a los desafíos y características de su comunidad. Esto involucra la confección de un protocolo a seguir cuando se produce el acoso. Los especialistas sugieren, además, que estas políticas y normas sean revisadas con frecuencia con los estudiantes y que se hallen escritas en diversas áreas de la escuela.
Estas normas no deberían expresarse simplemente en términos negativos, sino tratar de informar a los estudiantes cómo deben actuar en caso de detectar  un abuso y para prevenirlo. 
El miedo a las represalias a menudo inhibe a los estudiantes a la hora de comentar a sus maestros que han sufrido intimidación. Tanto docentes como familiares deben dejar bien en claro que pueden sentirse seguros de compartir la información necesaria. Asimismo, los alumnos con TEA deben tener clara instrucción acerca de los adultos a los que deben dirigirse en caso de haber sufrido bullying, los especialistas desaconsejan que sean ellos mismos los que resuelvan el asunto, sino un adulto preparado para ello. 
Actualmente existe mucha bibliografía para consultar, como documentales, que permiten conocer la problemática a fondo y elaborar las mejores estrategias para el hogar y la escuela. 
Países de la región, como Paraguay, Chile y Perú tienen sus programas anti-bullying, respectivamente articulados desde los ministerios de educación. En nuestro país todavía no existe una plataforma completa pero ya se encuentra en proceso un expediente para crear el “Programa Educativo Nacional de Difusión y Prevención del Acoso Escolar".  
Recientemente el Consejo Publicitario Argentino, con el asesoramiento del Equipo Diocesano de Niñez y Adolescencia (EDNA), Neuroeduca y Fundación Arcor, desarrolló una campaña de concientización llamada “Si no hacés nada, sos parte”. A partir de un spot de YouTube, el artista de rap argentino Emanero compuso la canción que representa la iniciativa, que tiene como objetivo informar a los adultos acerca del bullying, sobre sus efectos negativos en el desarrollo de niños y adolescentes, y facilitar herramientas que permitan solucionar el problema.
Para finalizar, urge aclarar que, si bien la promoción de habilidades de autodefensa es vital para evitar situaciones de intimidación, como también lo es facilitar las herramientas de diálogo e información necesarias, debemos reconocer que no son los niños los responsables de esta problemática que tiene su claro origen en toda la carga de discriminación y violencia social que se traspasa tanto desde los contenidos mediáticos, los diálogos familiares y el desinterés y complicidad de las instituciones. 
Los niños con necesidades educativas especiales no son las únicas víctimas, de acuerdo con un estudio realizado por la Red de Educación Gay, Lesbiana y Heterosexual de los Estados unidos, el 84,6% por ciento de todos los estudiantes LGBT reportaron haber sido acosados verbalmente en la escuela debido a su orientación sexual, mientras que el 40% reportó haber sido agredido físicamente.
Bajo la triste excusa de que a veces “lo niños son crueles”, la sociedad esconde su hipocresía y su complicidad como artífice de una cultura donde aún persisten la intolerancia, la resistencia y el desprecio hacia toda forma de diversidad.
En todo caso los niños imitan el modelo que nosotros les imponemos, ya sea por complicidad o por omisión.

Luis Eduardo Martínez

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